INSTITUTO DE INDOLOGÍA

KHUMBA MELA. EL PODER DE LA FE, LA TRASCENDENCIA DEL MITO

Susana Ávila

 

Un mela es una fiesta que se celebra periódicamente a orillas de un río, estanque o monte, en definitiva un lugar sagrado en honor de una deidad. La primera vez que fui a India estuve en el Pushkar ka Mela y aprendí el significado de la palabra con lo que de folclore y bullicio se concentra en ella. A lo largo y ancho de todo el territorio de la India hay muchos mela, pero el MELA con mayúsculas es el Kumbha Mela, exactamente el Maha Kumbha Mela.

Se celebra cada doce años. Luego hay otros mini, los Ardha Kumbha Mela, que, como un reloj da los cuartos y las medias, tienen lugar cada tres años, para aliviar la larga espera hasta el siguiente Maha Kumbha Mela.

Siguiendo las pautas marcadas por los astros –en India nada se decide si los astros no dan su beneplácito–, se celebra cuando Júpiter está en el signo de Tauro (dentro de la referencia marcada por el Zodiaco sideral que es el utilizado en la India, y que corresponde aproximadamente al Géminis de Occidente) durante el mes de magha y el día más propicio se alcanza en la luna nueva. Ello nos sitúa cada doce años, entre los meses de enero y febrero.

El lugar del acontecimiento es el punto en el que el Yamuna funde sus aguas con el Ganges y donde antiguamente se fundó la ciudad de Prayag. La historia nos sitúa esta ciudad con anterioridad al siglo VII antes de JC., como indican piezas de cerámica negra encontradas en excavaciones realizadas en su emplazamiento. En el siglo III a.JC., durante la dinastía Maurya, tuvo gran relevancia constatada en las inscripciones del pilar de Asoka.

Los centros históricos en sus alrededores refuerzan la base de su importancia: hacia el este, cruzando el Ganges y conectando con la ciudad por el puente Shastri está Jhusi, identificada con la antigua ciudad de Pratisthanpur, capital de la dinastía Chandra; a 48 kilómetros hacia el sur, en las plácidas orillas del río Yamuna, están las ruinas de Kaushambi, que durante un tiempo fue capital del reino Vatsa y después centro floreciente del budismo; a unos 58 kilómetros hacia el noroeste está el lugar medieval llamado Kara con sus impresionantes restos del fuerte Jayachand; y también Shringaverpur, otro antiguo lugar descubierto relativamente hace poco, guarda el testimonio silencioso de una era pasada y olvidada.

En la Edad Media, Prayag fue conquistada por Muhammad de Ghor, quien en 1193, la anexionó al Sultanato de Delhi. Por su situación estratégica, en la confluencia de dos importantes ríos navegables, el emperador Akbar realizó importantes construcciones y cambió su nombre por Allahabad.

Su historia moderna no le va a la zaga. Allí nació Jawaharlal Nehru, su hija Indira Gandhi y su nieto Rajiv Gandhi. En total, hasta siete de los catorce primeros ministros que ha tenido hasta ahora la India desde su independencia han nacido en la ciudad de Allahabad.

Pero la mitología no hace sino acrecentar los méritos del lugar. Considera que allí mismo, en el punto en el que desemboca el Yamuna en el Ganges confluye también el mítico río Sarasvatî, aunque esto puede tener algún apunte de verosimilitud ya que podría tratarse del Ghaggar Hakra, al que menciona el Rig Veda (10.75) en su “Nadi Stuti” (alabanza al río) y que en un pasado indeterminado tuvo como tributarios a los ríos Sutlej y Yamuna hasta que los cambios geológicos recondujeron las aguas del río Sutlej hacia el Indo y las Yamuna hacia el Ganges, dejando secar esta corriente.Este tercer río renombra la ciudad como Triveni, aludiendo a las tres corrientes de agua. Indica también que fue donde el dios Brahma ofreció su primer sacrificio después de la creación del mundo, consagrando la importancia del lugar. El príncipe Rama permaneció durante un tiempo en esta localidad, en el ashram del sabio Bharadwaj, antes de pasar al cercano Chitrakuta. Pero la leyenda clave que le da relevancia singular para convertirse en centro del Kumbha Mela nos la revela el Vishnu Purana:

«Hubo un tiempo en que los dioses y los demonios vivían como seres afortunados, pero un pensamiento cruzó su mente: ¿cómo llegar a ser inmortales? En aras de conseguir este objetivo, hicieron la paz entre ellos y se dirigieron hacia el Kshîra Sagara, el océano de leche, en el que residían todas las cosas preciosas y se prepararon para batirlo y así conseguir que emergiera todo lo que hubiese en su fondo. Para tal fin utilizaron al monte Mandara como piedra de molino y la serpiente Vasukî como cuerda. Los dioses desde una orilla y los demonios desde la opuesta comenzaron la samudra manthana o el batido del mar. Al cabo de mil años la serpiente se mareó y vomitó el Kâlakûta, un veneno terrible que habría destruido el mundo si Shiva no hubiera intercedido tomándolo en su mano y bebiéndolo, a pesar que este gesto le dejó para siempre un huella azul en la garganta.

»Pero los males no habían terminado y tras otros mil años de trabajos, el monte Mandara comenzó a fallar bajo su base y está vez fue Vishnu quien acudió en su ayuda y, transformándose en una tortuga, sostuvo sobre su caparazón al monte durante los mil años siguientes.

»Al final, tanto esfuerzo comenzó a dar su fruto y de las profundidades del mar comenzaron a surgir cosas preciosas. De allí salieron las Âpsaras, ninfas de singular belleza; Kâmadhenu, la vaca de la abundancia, proveedora de todas las necesidades; Uchchaihshravâ, el mejor de los caballos, semejante a Pegaso; Airâvata, el elefante que pasó a ser la cabalgadura de Indra, dios del cielo; el rubí Kaustubha, que lució en el pecho de Vishnu; Varunî, que desposó a Varuna, dios del mar; el Parijata, árbol que desprendía un aroma inolvidable; Lackmî, la diosa del amor y de la belleza, resplandeciente entre tantas maravillas, y que se reservó el propio Vishnu para que fuera su compañera. Y, por fin, apareció Dhanvantari, dios de la medicina, portando entre sus manos un cántaro (kumbha) conteniendo el amrita, licor de la inmortalidad.

»Al ver el cántaro con el preciado líquido, los demonios rompieron la tregua y se apoderaron de él a toda prisa, pero los dioses se dieron cuenta y colocaron ante ellos a Mâyâ, la Ilusión, cautivándoles con su belleza de tal modo que abandonaron momentáneamente el amritapara contemplarla. Las serpientes, que estaban al acecho, aprovecharon el descuido de los demonios para hacerse con ello, pero lo impidió el halcón-águila Garudaque, hábilmente lo transportó hasta la Luna. En el forcejeo escaparon cuatro gotas que cayeron en la tierra. Los puntos que se vieron favorecidos por recibir las gotas que se escaparon del gran cántaro que contenía el amrita fueron Prayag(en Uttar Pradesh), Hardwar (en Uttaranchal, punto donde el Ganges abandona las montañas y se adentra en la llanura), Ujjain (en Madhya Pradesh, a orillas del río Shipra) y Nasik (en Maharashtra, a orillas del Godavari).» Entre ellas la porción principal cayó en Prayag, donde se celebra el Maha Kumbha Mela y en las otras tres ciudades se celebran sucesivamente, cada tres años, los correspondientes Ardha Kumbha Mela (ardha significa literalmente, medio).

Mencionada la leyenda del Kumbha Mela no solo en el Vishnu-Purâna, sino también en el Kûrma-Purânay otros textos clásicos, su importancia rebasa fronteras y es un tema recurrente representado frecuentemente en el sudeste asiático. Los templos de Angkor lo recogen al menos en cuatro ocasiones. Parece que tiene su tradición histórica en los rituales de fertilidad que se organizaban en las épocas de siembra, cuando los granos por germinar se ponían en remojo en grandes vasijas. La alegoría del cántaro, simboliza por su forma el gran útero, la Diosa Madre, que se asocia a las aguas de los ríos, tan importantes en muchas culturas, pero que en la India queda ampliamente constatado desde la civilización del valle del Indo.

Históricamente podemos situar la celebración de este acontecimiento en tiempos del filósofo Shankarâchârya, autor de Vivekachûdâmani, que promovió estas asambleas de santones para dar más consistencia al hinduismo, pero ya anteriormente se venían celebrando reuniones pues así lo reflejan las crónicas del viajero chino Hsuan-tsang(602-664) que estuvo en India visitando la corte del rey Harshavardhana.

 

Este año, 2013, el Maha Kumbha Mela tiene lugar entre el 27 de enero, al 28 de febrero, entre los que hay que señalar algunos días más propicios:

Domingo 27 de enero es el Paush Purnima, coincidiendo con la luna llena, cuando comienza todo.

Miércoles 6 de febrero, el Ekadashi Snan, el primer baño

Domingo 10 de febrero, el Mauni Amavasya Snan, el día principal de la festividad, coincidiendo con la luna nueva, cuando el baño es especialmente auspicioso, momento que concentra la mayor cantidad de peregrinos.

Pero aún quedan otros momentos destacables:

El viernes 15 de febrero, el Basant Panchami Snan.

El domingo 17 de febrero, el Rath Saptami Snan

El lunes 18 de febrero, el Bhisma Ashtami Snan

Y el lunes 25 de febrero, Maghi Purnima Snan, baño que vuelve a coincidir con la luna llena.

Durante todo este tiempo el flujo de gente que se acerca a la antigua Prayag es incensante, acercándose a cotas de los ochenta o cien millones de personas. Se considera la mayor concentración humana del mundo. Posiblemente la Meca reciba más peregrinos, pero su llegada se realiza a lo largo del año y aquí, la congregación se hace durante un solo mes y cada doce años.

Llegamos a Prayag la víspera del Mauni Amavasya Snan a eso de las nueve y media de la mañana ya que nos habían advertido que a las 11 cerrarían la ciudad al tráfico rodado. Pero cuando llegamos, a pesar de haber adelantado nuestro viaje, ya estaba cerrada y hubo que buscar alguno de los parking alternativos que rodean la ciudad y caminar hasta llegar al campamento, en el Sector 6, en que íbamos a alojarnos.

Conociendo la India, es una sorpresa mayúscula, pero muy grata al fin, ver cómo está tan bien organizado con un amplio despliegue de policía e incluso del ejército que facilitan la movilidad. Pero, dada la enorme concentración humana, es admirable la tolerancia y el respeto de unos con otros, habida cuenta que allí se reúnen gentes de muchas y muy diferentes tradiciones. Hombres santos genuinos, algunos pintorescos, otros charlatanes, pero sobre todo aldeanos, gente sencilla, que dan una lección de fervor, piedad, y ponen en relevancia del poder del mito.

Fueron dos horas y media de caminata entre tiendas que albergaban sâdhus (monjes y ascetas), peregrinos, yoguis, devotos, periodistas, curiosos, turistas, otras estaban montadas por congregaciones, y algunas tiendas eran ocupadas por templos en los que se leían las sagradas escrituras, se cantaban mantras, a cuya megafonía vibraba todo alrededor.

A medida que me adentraba entre los campamentos vino a mi mente una cita de "La India" de Mircea Eliade: «Cada doce años, India entera se estremece; los pueblos se agitan, los monasterios se vacían, de las cuevas del Himalaya descienden ermitaños desnudos sucios de cenizas, de la costa de Malabar, del cabo Comorín, del golfo de Bengala, de los montes Vindhya, del desierto del Thar convergen carros de toda clase, comitivas de monjes, grupos de indigentes, tropas de leprosos, séquitos de rajás, palanquines abarrotados de mujeres ocultas por cortinas blancas, trenes llenos de pasajeros, una muchedumbre extraordinaria ávida de santidad: los peregrinos de la Kumbh-Mela.»

El flujo incesante de gente que va y viene, con sus fardos a la cabeza y su vasija –su pequeño kumbha– para recoger ese agua con reminiscencia de néctar divino, te sumerge en India, en un cataclismo agotador para los sentidos, pero profundamente revitalizador para el alma, mucho antes de haber alcanzado la tienda, tirar el breve equipaje y tomar la cámara de fotos con la que inútilmente se pretende captar sensaciones.

Ya desde el primer día en que empezó la fiesta se suceden desfiles ceremoniales, en los que llegan los santones montados en una gran variedad de vehículos a cual más espectacular: carrozas tiradas por tractores, coches, carros, caballos, camellos y hasta elefantes, que actualmente está prohibido que se acerquen al Sangam porque la multitud los asusta y producen estampidas peligrosas, no obstante vimos uno que decidió cruzar delante de nuestro coche cuando salíamos de Allahabad, seguido por sus devotos que le arrojaban flores en señal de alabanza.

Tuvimos la suerte que alguien en el campamento conocía a un joven Baba que se iniciaba en este Kumbha Mela y cabía la posibilidad de ir a visitarle y conocer de cerca su experiencia. A las diez de la noche partimos del campamento para dirigirnos al Sector 4 donde estaban los Baba. El trayecto nos llevó cincuenta minutos, tal es la proporción descomunal de la acampada, además de las tiendas se veían enormes extensiones ocupadas por cuerpos yacentes envueltos en mantas cuyo estremecimiento ocasional y algún que otro ronquido alejaban la sensación de cadáveres hacinados.

Nos presentaron al aspirante, Mangal Giri, en la tienda con su maestro que yacía descansando rodeado de devotos entorno a un fuego que avivaban periódicamente, el ambiente estaba muy cargado con un humo denso que hacía llorar los ojos. Allí dejamos las ofrendas de frutas que llevábamos y nos ofrecieron un masala chai hirviente. El joven estaba exultante de alegría, había llegado su gran día, nos contó que a los ocho años decidió que quería ser un sâdhu y llevaba ya catorce años viviendo en un ashram situado en una montaña de Uttarakand, dedicado a estudiar para convertirse en un Naga Baba, una de las más importante sectas sivaítas.

El culto a Shiva incluye la utilización de hierbas alucinógenas y el bhang, como llaman ellos al hachís, está presente en todas ellas. No son extraños los episodios de los Purânas en los que Pârvatî, esposa-compañera de Shiva, en un arranque de furia, le llama «viejo marchito, fumador de hierbas intoxicantes, que vives en los cementerios, te cubres de ceniza…». Pues el bhang, o el hachís, nos acompañó toda la noche, convirtiéndonos en fumadores pasivos, más o menos perjudicados en función de lo habituados que estuviesen nuestros pulmones a respirar en un ambiente tan cargado.

Luego nos llevó a otra tienda en la que estuvimos apenas unos minutos donde el ambiente no era mejor y más tarde a otra acotada en su perímetro por lonas pero descubierta hacia el cielo raso que hacía posible respirar. Era el dominio de Baba Sewagiri de Kashmir, un hombre bastante dinámico que estuvo hablando con los que llegábamos explicando los principios básicos de sus creencias de una manera bastante coloquial y distendida que lo hacía asequible incluso a los occidentales profanos que le escuchábamos. Nos ofreció un kashmiri chai, que incluye ghee además de las habituales especias. Su actitud cercana le llevó a hacerse fotos con nosotros y su modernidad cibernética a darnos el correo electrónico para que se las enviásemos.

Nuestro anfitrión, Mangal Giri, nos dijo que había que volver a su tienda, pues la tenía que limpiar y prepararse él mismo para el baño. Así que para allí fuimos nuevamente. Su maestro dormía y también los devotos que le acompañaban. Ocupamos posiciones libres, pero el muchacho nos fue pidiendo que nos desplazáramos para poder sacar a sacudir cada una de las alfombras que cubrían el suelo de la tienda, luego fregó concienzudamente los restos de pavesas que había dejado el fuego, reservando los rescoldos que calentaban el frío ambiente de la madrugada. Por allí se dejó caer algún Naga Baba completamente desnudo, cubierto de cenizas que, como viejos contertulios del dueño de la casa, se sentaban junto al fuego.

Llegado del momento, Mangal Giri se lavó en la fuente a la entrada de la tienda y cubrió todo su cuerpo de ceniza. Luego le perdimos de vista cuando marchó a formar la gran procesión que acude a la carrera a tomar el primer baño purificador. Mientras le dejábamos vivir su gran momento, estuvimos viendo a los sâdhus como acudían, corriendo, abriéndose paso al grito de "Hare Hare Mahadeo". Por concurrido que estuviese el camino todos les abrían paso.

Finalizado el baño vino a buscarnos, pero ya no era un joven aspirante Mangal Giri, ahora se había convertido en el Naga Baba Munna Giri y nos llevó a la tienda del pandit, maestro de su maestro, a la que también acudieron otros sâdhus Naga Baba a los que vestían sus cuerpos desnudos con guirnaldas de flores que también sujetaban en las rastas de sus peinados. A partir de ahora Naga Baba Munna Giri se dejará crecer sus cabellos durante doce años, hasta la próxima Kumbha Mela. Su misión es encontrar un discípulo y seguir con el legado de Juna Akhara, uno de los trece grupos en los que se dividen los Naga Babas.

Esta festividad abre un periodo particularmente propicio tanto para iniciar a los nuevos Nagas como habíamos visto, como para que los ya iniciados puedan ascender en su orden o cambiar su rumbo y optar por otra nueva vía ascética.

Una vez que las distintas congregaciones de sâdhus se han sumergido en el baño ritual es el momento del gran público, cuando los devotos acuden en masa a sumergirse en las aguas. Los hindúes creen que esta ablución les limpiará de todos sus pecados a ellos y a sus ascendentes en 88 generaciones. Cada cual procura asegurarse estar en el punto más cercano de la confluencia de los dos ríos, los tres si se tiene en cuenta el mítico Sarasvatî, pero la multitud amplía inevitablemente el espacio. El Sangam, literalmente confluencia en sánscrito, les acoge a todos.

Es especialmente conmovedor, sobre todo para los que no tenemos una fe a prueba de mareas, ver a gente de todos los estratos sociales, especialmente a los más desfavorecidos, cargar con sus fardos en los que seguramente portan todo cuanto poseen, desplazarse hasta el lugar acordado, a veces a miles de kilómetros de sus casas, verdaderamente satisfechos de haber podido realizar esta peregrinación. Es un tributo a sus creencias. Es el triunfo de su fe.

El domingo 10 fue prácticamente imposible abandonar la ciudad, al menos por carretera y es que estaba cerrado el recinto para el tráfico rodado en un radio de 25 km. Funcionaban los trenes, pero desgraciadamente esa tarde la rotura de una de las barandilla provocó el pánico y se produjo una avalancha en la que hubo que lamentar varias decenas de muertos y heridos. Pero la vida sigue y los peregrinos seguirán acudiendo por millones al Kumbha Mela de 2025 y para los que la impaciencia no les deje aguardar tanto irán en 2016 a Nasik, en 2019 a Ujjain y en 2022 a Hardwar.

Un epílogo a la festividad es ir por Benarés, una vez que ha terminado para cada peregrino su paso por Kumbha Mela. Para todo hindú es importante ir, al menos una vez en la vida a la sagrada ciudad de Vanarasi, como la llamas ellos, y la ocasión no se puede presentar más propicia como cuando se está tan solo a 120 Km. de distancia. Los días siguientes al Mauni Amavasya, las calles y callejuelas de Benarés que confluyen en el gran templo de Vishvanath se colapsan de peregrinos haciendo colas kilométricas, ordenadas, pacíficas, esperando su momento para poner con su pûjâ el broche de oro de su peregrinación.

 

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