INSTITUTO DE INDOLOGÍA

LA PARTICIÓN DEL SUBCONTINENTE

Carlos A. Font

 

 

           “Hace muchos años, establecimos una cita con el destino y ha llegado el momento de cumplir nuestra promesa. A medianoche, cuando los hombres duerman, la India despertará a la vida y a la libertad. Se aproxima el instante, un instante rara vez ofrecido por la Historia, en que un pueblo sale del pasado para entrar en el futuro, en que finaliza una época, en que el alma de una nación, durante largo tiempo sofocado, vuelve a encontrar su expresión”.  

 

Estas elocuentes y sentidas palabras pertenecen a Jawaharlal Nehru, discípulo preferido de Gandhi y primer jefe de gobierno de la India independiente, que lanzaba al mundo el mensaje de la liberación de la India tras siglos de domino británico.

La independencia el subcontinente llevó aparejada el divorcio más trágico de la historia reciente: la independencia de la India británica y el consiguiente nacimiento de dos Estados; Pakistán y la Unión India. Las relaciones de estos dos nuevos países nacieron envenenadas desde un principio. La independencia no se hizo con escuadra y cartabón pero la división por motivos religiosos fue errática a la par que suicida. Me recuerda a la vieja fórmula europea del Cuius regio eius religio. Los súbditos deben profesar la religión de su príncipe, en este caso, hindúes o musulmanes. La incoherencia se impuso pues en la India independiente el 12% de su población eran musulmanes. ¿No deberían estar en Pakistán? La reivindicación de la Liga Musulmana, liderada por Alí Jinnah, la división del país no podía sino engendrar una tragedia. Quien fomenta la división propone el aniquilamiento como se demostró veinticinco años después de la independencia cuando el incipiente Pakistán se desgajó en dos partes: Pakistán Occidental y Pakistán Oriental (actual Bangladesh) tras una cruenta guerra civil. Y como en la mayoría de los divorcios, las cuestiones monetarias dieron lugar a las discusiones más ásperas. Era preciso repartir los haberes de los Bancos del Estado, los lingotes de oro de la caja fuerte del Bank of India y todo el numerario.

 Históricamente las dos grandes religiones (hinduismo e Islam) injertadas en el cuerpo de la India estaban fundadas en dos concepciones distintas de la divinidad. Lo que más separaba a los hindúes de los musulmanes era la gran barrera social que suponía el sistema hindú de castas. Cada oficio tenía su casta, lo que dividía a la sociedad hindú en una miríada de corporaciones semejantes a compartimentos estancos en el interior de los cuales estaban todos condenados a vivir y morir sin esperanza alguna de evasión. Los musulmanes, para quienes el Islam representaba una privilegiada fraternidad de creyentes, lanzaron su anatema sobre este sistema. La mayoría de conversos al Islam provenía, evidentemente, de los parias del hinduismo, los intocables. Éstos encontraban inmediatamente en el Islam la rehabilitación que solamente se les había prometido en una lejana encarnación. En cuanto a las masas musulmanas, las estructuras de la sociedad india rara vez les habían permitido, pese a su nueva religión, escapara a la condición de parias que había sido la suya. También entran en cuestión las desigualdades económicas puesto que los hindúes se convirtieron en los financieros, lo hombres de negocios, los administradores del país al socaire del dominio británico. Casi en todas partes el papel de usurero era asumido por hindúes, en parte debido a sus aptitudes, en parte porque la ley coránica prohíbe a los musulmanes el comercio del dinero.

Es lógico pensar que un país de tan enorme diversidad religiosa y cultural como la India surgieran discrepancias y diferencias a la hora de encaminar la lucha por la liberación nacional frente al colonialismo británico. Pero la idea de la partición es una decisión política, no cultural, y se apoyó sobremanera en cualquier justificación histórica que pudiera servir a los ideólogos del nacionalismo musulmán. Es realmente curiosa y llamativa la trayectoria de Alí Jinnah quien en un principio abogó por la lucha unida de musulmanes e hindúes frente al colonizador británico para después cambiar bruscamente y exigir un Pakistán independiente que aglutinará a todos los musulmanes de la India. ¿Qué factor influyó en Jinnah para cambiar tan radicalmente de parecer?

Hay que decir que Jinnah jamás participó en las campañas de desobediencia civil patrocinadas por Gandhi ni jamás pisó la cárcel a diferencia de casi todos los líderes del Partido del Congreso como Gandhi, Nehru o Patel. Además, Jinnah, por asi decirlo, se comportó como un “colaboracionista” con los británicos siempre negociando con ellos de la manera que ellos dictaminaban. Los británicos no estaban a favor de la partición de la colonia y Louis Mountbatten, último virrey de la India, hizo ímprobos esfuerzos por evitarla pero se tropezó con la inflexibilidad y dureza de criterio de Jinnah, quien no estaba dispuesto a ceder en ninguno de sus exigencias. Los líderes del Partido del Congreso cedieron y rebajaron sus posturas todo lo que pudieron, de hecho los asesinos de Gandhi declararon que la causa de su crimen fue la excesiva benevolencia del Mahatma con los musulmanes, de haber cedido demasiado.

¿Y los británicos? ¿Cómo actuaron ante el desafío que suponía la independencia de su colonia más preciada? ¿Cómo organizaron la concesión de independencia de India? Los ingleses no fomentaron la división religiosa pero si se aprovecharon de ella, pues se empleó el célebre “Divide y vencerás” para mantener a los colonizados débiles y enfrentados entre ellos. Algo parecido, salvando las distancias, ocurrió con Palestina. Cuando el polvorín está a punto de estallar los británicos se evaden y abandonan el territorio. Aun así, los británicos guardaron bien sus intereses pues pactaban las independencias para luego integrar a los nuevos Estados en la comunidad británica. La Commonwealth no deja de ser la adaptación del Imperio británico a la descolonización (un mero eufemismo) porque el objetivo colonizador fue más mercantil y económico que político. Los británicos dejaron un sistema de administración favorable a la autonomía, además de que los ingleses pactaban las independencias para luego integrar a los nuevos Estados en la comunidad británica. No fue una federación sino una asociación que comenzó concediendo autogobierno a las colonias americanas y australianas desde mediados del siglo XIX mediante la instauración de Dominios, que reflejaban las ideas de igualdad y autonomía. A partir de los años veinte se desarrollaron las Conferencias Imperiales, que incluso abordaron la posibilidad de crear una Constitución para todo el Imperio y la clarificación jurídica de los Dominios. En 1931 se llega al Estatuto de Westminster, la Carta Magna de la Commenwealth, que permitía la libre adscripción y salida tras las independencias de las colonias, y que además se encargó de difundir el derecho común inglés (con la excepción de las áreas islámicas).

Hasta la dominación inglesa la India no conoció un verdadero Estado nacional. La unidad de los pueblos de la India no fue política sino religiosa y social: el hinduismo y el sistema de castas. De ahí que se haya dicho que la India no es una nación sino una civilización. Es curioso afirmar que la resurrección de los antiguos pueblos y sus culturas y religiones (como hablaba Nehru en su discurso de proclamación de independencia) hubiese sido imposible sin la presencia de Occidente y la influencia de sus ideas e instituciones. Esa fue la realidad.

Las paradojas del subcontinente indio no dejan de sucederse pues si viviese Gandhi, apóstol de la no violencia, mal podía imaginar que el 70 aniversario de su gran triunfo se festejaría con el cuarto Ejército más grande del mundo y un acuerdo de desarrollo de un programa nuclear con Estados Unidos. ¿Es ésta la India que se salvaría mediante el trabajo manual y el trabajo con la rueca?

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